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La rabia en los niños

La rabia es una emoción que no tiene una valencia positiva ni negativa, aunque muchas veces es considerada como una emoción desagradable que activa al cuerpo para la lucha.

¿Cómo podemos controlar la rabia en los niños?

No podemos controlar que esta emoción apareció, por lo que debemos aprender a gestionar la conducta que se asocia a esta emoción.

¿Cuándo aparece la rabia en los niños?

La rabia puede aparecer en distintas situaciones, algunos ejemplos de ello son: cuando algo nos parece injusto, cuando no alcanzamos una meta, cuando una necesidad no fue satisfecha o cuando nos obligan a hacer algo.

¿Qué diferencia la rabia de una “rabieta” o desborde emocional?

Lo que comúnmente llamamos “rabieta” es la puesta en acción de la rabia, de una forma descontrolada. La diferencia entre la expresión de la rabia entre los niños y los adultos es que los primeros tienden a actuar de manera agresiva y muestran un comportamiento disruptivo. Los adultos al vivir la rabia tendemos a presentar dificultades para razonar y escuchar, y se espera que logremos controlar la conducta agresiva.

¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos rabia?

Las emociones se originan en una parte del cerebro sistema llamado límbico o “cerebro emocional”, que tiene a su cargo las necesidades emocionales y sociales. Cada vez que sentimos una emoción una parte del sistema límbico llamada amígdalas cerebrales se encargan de procesar y almacenar las reacciones emocionales.

¿Cómo funciona la gestión emocional en el cerebro?

La gestión de las emociones ocurre en la corteza prefrontal que está a cargo de las funciones ejecutivas como la concentración, control de impulsos, planificación y la autorregulación emocional, entre otras. Esta área del cerebro es inmadura en los niños, y quienes tienen diagnósticos de trastornos del neurodesarrollo (TDAH, TEA, discapacidad intelectual). Esta área de nuestro cerebro será el encargado de tomar la decisión más adaptativa para la persona.

¿Cómo ayudar a los niños a gestionar la rabia?

En el caso de los niños, como la corteza prefrontal está inmadura no logran gestionar sus emociones y necesita de un adulto significativo (padres, madres, profesores, cuidadores, etc) que los ayudan a gestionar la rabia, lo que se conoce como heterorregulación emocional . El adulto debe validar la emoción, entender y acompañar al niño ya que está conexión ayudará a liberar la oxitocina (conocida como la hormona del amor) que contrarresta los efectos del cortisol (hormona del estrés).

¿Qué hacer frente a un desborde emocional?

Lo primero es prevenir que ocurran, para ello es muy importante informarse con un experto y formarse como padres en educación, comprender qué conductas son normativas y evolutivas, fomentar un apego seguro, diferenciar las necesidades de los caprichos, proporcionar rutinas y anticipar cuándo se finalizará una actividad. Cubrir las necesidades básicas de los niños es también importante, ya que ocurren muchos desbordes emocionales porque los niños están cansados, hambrientos o se sienten solos.

Cuando ya ha ocurrido un desborde emocional, es importante acompañar al niño. Si éste rechaza el contacto, mantenga la distancia, pero no lo deje solo. Validar y normalizar la rabia permitiendo que el niño la sienta sin pedirle que se calme es clave. La calma del adulto da tranquilidad al niño, por lo que no podemos descontrolarnos ni hacer una lucha de poder. Este es el momento de estar presente y disponible para ellos.

Finalmente, cuando todo esté más equilibrado y regulado, es importante poner en palabras lo que ha sucedido, incluyendo emociones, pensamientos y conductas. Es decir, relatar lo que ocurrió, cómo se originó la rabia, cómo la expresó el cuerpo del niño (músculos tensos, corazón latiendo rápido, etc.), qué hizo y qué pudo haber pensado en ese momento.

La regulación emocional se aprende con otros significativos, si queremos que los niños logren la autorregulación, son los adultos quienes deben ayudar con la heterregulación para que a futuro ellos puedan hacerlo solos. 

Verónica Vera Neira
Psicóloga Clínica Infanto Juvenil