El apego, esa conexión emocional que nos une de forma íntima y profunda, es el vínculo más importante que establecemos como seres humanos desde la infancia. Este lazo afectivo deja una huella imborrable en nuestro desarrollo emocional a lo largo de toda nuestra vida. ¿Sabías que el apego es mucho más que un simple sentimiento? Es un sistema de conductas adaptativas que nos impulsa a buscar protección, consuelo y apoyo en otros cuando enfrentamos situaciones de alarma, peligro o preocupación.
Ahora bien, ¿cómo se origina el apego? Sorprendentemente, este sistema se activa incluso antes de nacer. Durante el periodo prenatal, nuestros padres imaginan y crean expectativas sobre el cuidado que nos brindarán, lo cual desencadena la liberación de hormonas como la dopamina y la oxitocina. Estas sustancias moldean las conductas maternales y paternales, orientándolas hacia el cuidado de un bebé que aún no ha llegado al mundo. Una vez que nacemos, la liberación de oxitocina se dispara, generando sensaciones placenteras y satisfactorias que asociamos con nuestro vínculo con el bebé. Así, se establece un ciclo virtuoso de cuidado y protección que fortalece el apego con el tiempo.
El apego se forja en esos momentos en los que nos sentimos incómodos o expresamos malestar, como la soledad, la enfermedad o el dolor, y observamos cómo nuestros padres calman esas sensaciones. Las conductas que se despliegan cuando expresamos nuestra necesidad de ayuda, proximidad y seguridad sentarán las bases de una relación segura, brindándonos una plataforma sólida desde la cual explorar el mundo y enfrentar los desafíos emocionales.
Pero, ¿por qué es tan importante el apego? El tipo de apego que desarrollamos en la infancia tiene un impacto duradero en nuestras relaciones y nuestro bienestar emocional en la edad adulta. Si hemos experimentado un apego seguro en nuestros primeros años, es más probable que desarrollemos relaciones saludables y seguras en la vida adulta. De hecho, las personas con un apego seguro suelen disfrutar de relaciones estables y satisfactorias, mientras que aquellos con un apego inseguro pueden enfrentar desafíos en sus relaciones y ser más vulnerables emocionalmente.
El apego también desempeña un papel crucial en el desarrollo de los niños, brindándoles un sentido de seguridad, autoestima, confianza, autonomía y habilidades para enfrentar el mundo, según la calidad del afecto que reciben de sus padres.
Sin embargo, incluso en la edad adulta, podemos trabajar en mejorar nuestros patrones de relación y fortalecer nuestro apego. A través de la terapia, el autoconocimiento y la adopción de estrategias saludables, podemos desarrollar un apego seguro y construir relaciones más satisfactorias y enriquecedoras.
Y, por último, desmitifiquemos algunas creencias erróneas sobre el apego:
- El apego no se reduce a un momento específico de contacto piel a piel en el nacimiento. Es un proceso continuo que se construye día a día en la relación con el niño, desde el nacimiento hasta la adultez, especialmente cuando el niño expresa malestar.
- El apego no se da de la madre al niño. Se desarrolla en la relación del niño con su madre, padre o cuidador, siendo el niño quien busca protección y el adulto quien debe brindársela.
- Jugar con el niño es importante, pero lo crucial para fomentar un buen apego es cómo lo calmemos y apoyemos cuando lo necesite.
- Aunque la lactancia materna tiene innumerables beneficios, es nuestra forma continua de calmar el estrés del niño lo que realmente construye un apego saludable.
- Los brazos nunca malcrían. El contacto físico y afectivo constante brinda seguridad al niño y lo protege de futuros problemas afectivos y conductuales.
- Dejar llorar al niño para que aprenda a dormir solo va en contra de su naturaleza. Los bebés no están biológicamente preparados para ser independientes en sus primeros años. Buscar su independencia prematuramente solo fomenta la soledad y la falta de confianza.
- Ignorar las pataletas no ayuda al niño a controlar sus emociones. En realidad, es en momentos de desborde emocional cuando el niño más necesita consuelo y la disponibilidad de un cuidador significativo para ayudarlo a disminuir la frustración y aumentar su seguridad.